“De que las hay, las hay”. ¿Por qué creemos en brujas?

La celebración de Halloween está cargada de símbolos y significados. Podría decirse que es todo un universo temático en constante cambio. Parte esencial de Halloween son las figuras o personajes que destacan entre disfraces, películas, publicidad, mitos y leyendas. En un grupo donde podríamos ubicar a los vampiros, zombis y hombres lobo, encontramos a las brujas. A menudo representadas como mujeres feas vestidas con harapos y capaces tanto de volar en escoba como de transformarse en animales, las brujas son personajes antiquísimos del folclor. Pero… ¿por qué creemos en brujas?, ¿de dónde viene esto?

 

Brevísima historia de las brujas

 

Para este recorrido debemos ubicarnos en los relatos que componen la historia occidental, en la cual se engloban nuestra cultura y sociedad.

Desde la Antigüedad las civilizaciones contaron siempre con personajes de naturaleza principalmente religiosa y médica que administraban los asuntos de esta esfera en relativa armonía con el conjunto de la identidad de los pueblos a ambos lados del Atlántico.

Sin embargo, el primer hito tuvo lugar durante la Edad Media (siglos V al XV) cuando el cristianismo alcanzó las altas esferas del poder y la iglesia que hoy en día reconocemos como Católica impuso sus dogmas y doctrinas en Europa y en los territorios legados por el Imperio Romano. Para lograrlo, una de sus acciones más comunes fue estigmatizar toda creencia o práctica que se distanciara del canon. La persecución se extendió hasta mujeres que, agrupadas o no, cumplían, entre otros, con el criterio de insubordinarse a los dictámenes de la Iglesia. Este hecho, sumado a la iconografía demoníaca y la misoginia (cuyas historias ameritan otras entradas), desembocó en el fenómeno de la cacería de brujas, plasmada con detalle en el Malleus Maleficarum, lo que podríamos considerar a la ligera un manual para cazadores de brujas.

Con el colonialismo, la Iglesia, institución que regía prácticamente toda esfera de la vida, extendió su influencia hasta América y África. Ya en el Renacimiento y la Ilustración, el protestantismo heredó la guerra declarada por el catolicismo a la brujería y la hechicería. Aunque la ciencia moderna, la filosofía y el escepticismo creciente lograban cuestionar y restar poder a la religión, las creencias, tradiciones e imaginarios cristianos habían logrado instalarse en las masas de ciudadanos que ya concebían a las brujas como concubinas y servidoras de Satanás dispuestas a atormentar a otros de muchísimas formas.

Esto ha seguido así hasta nuestros días en países donde la creencia en brujas es alimentada por el imaginario popular, la religión, las tradiciones y la educación informal, sobre todo en contextos rurales o semiurbanos. Además, existe otro factor clave en juego: el consumismo. En nuestras sociedades capitalistas, la creencia en brujas es rentable por medio de películas, series, disfraces, libros y todo tipo de bienes y servicios que puedes vender a una persona que está dispuesta a comprarlos porque cree en ellas o coquetea con la idea de que puedan existir. Es común la frase “Yo no creo en brujas, pero de que las hay, las hay”.

 

Cuestionamientos a las creencias en brujas

 

Creamos o no que existen brujas, sea que luzcan como seres de otra época o se mimeticen entre la población de nuestros días, debemos reconocer que hacen parte de nuestro acervo cultural y de la forma que muchas personas tienen para entender el mundo que habitamos. No obstante, conocer la historia de esta creencia nos mueve a reconsiderar el papel de la mujer a lo largo del tiempo y sus luchas por la igualdad de derechos y la libertad de ser diferentes, sin que podamos ignorar las violencias que han padecido y siguen sufriendo hasta hoy. La invitación es a reflexionar y tomar posturas críticas que nos ayuden a convivir mejor unos con otros.